A dónde ir, si todos los lugares son el mismo lugar, pensé. Y retomé la valija de cuero violeta que de mí pendía, con la indecisión de quien se parte en partes y en el partir, se piensa un poco más alivianado. Alguien pasó preguntando la hora. No se, respondí, y aceleré mi paso. Vino la noche. Muy de repente. Fue un apagón. Y me ví llorando sentada a la luna de un farol naranja. El no va a volver, me dije.
lunes, 2 de noviembre de 2009
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