Afuera el mundo seguía siendo mundo. Todos corrían y ahora la preocupación o el boca en boca eran tsunamis y terremotos programados. Seguían miedosos. Apegados.
Por mi parte, el único boca a boca que me inquietaba era el que, días atrás, había pasado la peste, la gripe y angina, de tu saliva a la mía, de tu tristeza a mi nostalgia, de tu adios a mi extrañeza. Y si febriles fuimos cuando fuimos, por qué no cerrar esta historia con unos grados más que siempre, con el sudor y los espasmos en la cama, ahora de gripe, antes de antes.