lunes, 31 de agosto de 2009

QUINTAGÉSIMA SEXTA NOCHE

Fuimos cómplices los dos
En la salud
como en la enfermedad
En la nostalgia
como en la tempestad
En los agravios
y en el malestar
En la tristeza
En la pereza
En la destreza
En la tibieza
Fuimos cómplices los dos
En la locura
En su decantar
En la sorpresa
era de esperar
En el siempre
En el jamás
En la muerte
Y su brisa impune

sábado, 29 de agosto de 2009

NOCHE QUINTAGÉSIMA QUINTA

Una gota salada de llanto se marcó en la hoja, como un punto, y cerró el libro. Repasó la rugosidad de la contratapa con su palma y la dejó ahí, reposando un tiempo en el silencio.
Levantando la cabeza miró al espejo y sonrió. A pesar del rimel corrido, de la cara mojada, de la ilusión rota, del siempre y del ya no te quiero. Sonrió suave y con los ojos.
Por la ventana entraba el sol y cantaba un gallo entusiasmado.

jueves, 27 de agosto de 2009

QUINTAGÉSIMA CUARTA NOCHE

Me lanzo al abismo sospechado
conocido
Como flecha
Y sin saber igual pregunto
y él responde
y me deslizo por algún otro plano
de la soledad
Y sin llorar
lloro
y pido auxilio
Es que duele
Y duele tanto
Y mi casa es un recuerdo
Y mis gritos son amor
Cada final
Cada final
Cada final
Cada final
Cada final
duele tanto como ese
como siempre
como que no estás
Y no hubo siempre
Y soy chiquita
Y me demoro
para recordarte
un poco
y otro poco más

NOCHE QUINTAGÉSIMA TERCERA

cada encuentro es sagrado
cada tiempo es pasado

miércoles, 19 de agosto de 2009

QUINTAGÉSIMA SEGUNDA NOCHE

que sí
que no
que la fiesta terminó
que la voz se nos cayó
por un suelo pedregoso
que sí
que no
que se ha partido en dos
la ilusión que abrazó
ese sueño caviloso
y aquí no para de llover
amen

domingo, 16 de agosto de 2009

NOCHE QUITAGÉSIMA PRIMERA (a Joaquín)

Sentí su mano en mi espalda y me di vuelta. Nos miramos un momento, en silencio. Mi gesto se aflojó al borde de la lágrima. Hola, dijo improvisando una sonrisa en la nostalgia. Saludé también y me acerqué a su abrazo. Traía el olor de siempre y bastante abrigo. Nos quedamos ahí un rato, en alguna esquina de alguna ciudad de noche, en un abrazo mudo. Tan mudo como el agua que brotaba de los ojos y la pena. Luego, sin decir palabra, tomó mi mano y caminamos a un cuarto de hotel céntrico y calmado. Nos quitamos la ropa, cada uno la suya, y nos metimos en la cama. Otro abrazo, ahora desnudos. Corrió el pelo de mi frente y buscó mis ojos apenas alumbrados por el velador de la mesita junto a la cama. Qué sueño nos atrapó mi amor, qué sueño! dijo, y sonrió sosteniendo aún mi pelo con su mano. Me besó muy breve los labios y antes de apagar el velador me miró de nuevo y propuso, vamos a despertarnos ahora, que ya es tarde.

lunes, 10 de agosto de 2009

QUINTAGÉSIMA NOCHE

Me dijeron que sí. Que no habría problemas con los tiempos. Que sólo era cuestión de organizarse un poco. Me quedé pensando, un rato, no puedo precisar cuánto exactamente. Intentando una estimación, podría atinar que fue un año, pero bien podrían haber sido dos. No, tres no fueron seguro. A lo sumo dos años y medio, pero tres es una exageración inasible. Pongamos que pensé al respecto unos dos años. No llegué a ninguna conclusión. Entonces pregunté de nuevo, si se podía. Me dijeron que sí. Que no habría problema con los tiempos. Que sólo era cuestión de organizarse un poco. Me quedé pensando, un rato.

NOCHE CUARTAGÉSIMA NOVENA

En el hueco que dejaste, en la cocina, aún no he puesto una heladera. Para no sentir el frío de tu ausencia. Y para no intentar conservar lo incorservable es que te fuiste. Con tu heladera a cuestas y las cien mil palabras que no dijiste. O que callaste. Yo me he quedado parlanchina, como siempre. Imprudente con los dioses y conversándole a tus sombras. Que no dicen nada. Pero me mienten. Mora crece desordenada y por momentos. Hoy salió el sol a saludarnos en el patio de las uvas muertas, parece que pronto va a llegar la primavera. Me servirán sus flores para el cementerio de tus besos. Y me servirá el verano, para ir silbando a comprar una heladera, sin sentir tu ausencia entre mis huecos, y sin pesar los días y tus sombras.

lunes, 3 de agosto de 2009

CUARTAGÉSIMA OCTAVA NOCHE

lento, te despido lento
te suavizo el sueño
te pienso despacio
muy lento
y te lloro
porque empieza el día

porque siento un otro
que se va muy lejos
sin haber venido,
que se te parece
en mis sentimientos

y me desdibujo
en mi propio espejo
que no te recuerda
que muere de intento