Yo no lo ví. No podía verlo. Todos mis ojos aferrados a la sien, y casi sin reparos dando saltos por los agujeros del olvido. Dilataba ese espacio sin piel que nos dejaba, a él en él y a mi solita. Preguntaba, como queriendo saber, por el color de aquella forma. El no decía, tampoco hablaba, él sugería y no entonaba más que un sol sostenido menor.
sábado, 6 de marzo de 2010
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