martes, 15 de diciembre de 2009

CENTÉSIMA VIGÉSIMA PRIMERA NOCHE

Lucy canta, cuenta, no se sabe con di amantes.
Lucy muerde tierra, aún delira hilarante.
Lucy se detiene, en la esquina mira un poste, dulce pajarillo reclamando la corteza en algún cable.
Lucy se avecina, se pasea por su calle, replegada va en sus flores, sueña un sol convaleciente.
Lucy inmersa entre las gentes, respira de su snorkel, no se ve muy diferente, de esa niña blanca, casi blanca o transparente, que vivió sus días tan al borde de la llaga, que quemó sus ropas, que danzó en el fuego, que volvió tan clara a curar el tiempo.
Lucy tiene ganas de vibrar en su camisa, latiendo va los vientos que le quedan, y si no sonríe, si se ve confusa, es que siempre Lucy, Lucy está tramando algo.
Lucy se despliega, faltan diez para las cinco, revuelve papeles, letras, busca algo más que lo de siempre.
Lucy quiere un mar que sea cielo, que sea a sorbos, y que si llueve, si llora un poco, sea de día noche, de noche amante.

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