viernes, 9 de octubre de 2009

NOCHE OCTAGÉSIMA SEGUNDA

El hombre gris ha perdido su sombrero y casi toda su materia. Poco sabe de pecados y casi no alucina nada. Mide el tiempo, cuenta cuantos y enumera. Uno, dos, tres, mil quinientos setenta y cinco coma tres. No transpira, no se pierde. No se ríe, no recuerda. Va derecho, atemperado. Yo lo miro, y no me pierdo por tocarlo. Me adentro, en su olvido, en su estrago, y lo pienso. No lo creo demasiado, pero intento, merodeándole las sombras, dibujarlo. Y lo pinto. Un poco azul para la noche, algo fucsia enamorado, le echo luz, luego lo entierro, lo sacudo y lo levanto, le pongo barniz a su locura, le digo que no cuando pregunta, le mido la fe, le cuento sangrando, que no hay color, ningún color, no hay color. Luego me voy. Silbando arcoiris.

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