miércoles, 14 de octubre de 2009

OCTAGÉSIMA QUINTA NOCHE

Caminabas de espalda, yo retrocedía
Cada palabra que fuimos, era despedida
El abrazo nos llevó un momento
y otro tanto la consigna
de callar a tiempo
De saber que somos
más en el silencio
Cuando al fin cerraba
la puerta dolida
de saberte lejos
Vos que te volvías
al abrazo tibio
a las confesiones
tan desmesuradas
como la agonía
de querer sabernos
del cuerpo las almas
De dejar que el llanto
sea en la guitarra
De sentir las manos
como nunca antes
Escondiendo viento
siendo tan amantes

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